Prisionero en el Cañón de Blue John
En abril de 2003, Aron Ralston, un joven alpinista estadounidense, se adentró a explorar sólo el Cañón de Blue John, en Utah. Buscaba aventura, silencio, conexión con la naturaleza. Pero lo que encontró fue una prueba que pondría al límite su cuerpo, su mente y su espíritu.
Mientras escalaba, una roca de más de 300 kilos se desprendió y atrapó su brazo derecho contra la pared del cañón. Estaba completamente solo. Nadie sabía dónde se encontraba. Tenía un celular consigo, pero no había señal, no había forma de pedir ayuda. El tiempo comenzó a correr.
Durante cinco días, sobrevivió con mínimos recursos: Bebió su propia orina para mantenerse hidratado; conservó energía al máximo, sabiendo que su cuerpo tenía reservas limitadas; y experimentó visiones, oraciones y una profunda conexión con Dios. Todo esto lo fortalecieron para tomar una decisión extrema.
Cuando todo parecía perdido, cuando la muerte parecía inevitable, la fe se convirtió en su refugio. En medio del dolor, del silencio y del calor abrasador, Aron encontró algo más profundo que la roca que lo aprisionaba: una presencia divina que lo sostenía. “Me di cuenta de cuán frágil es nuestra existencia” comentó posteriormente. En una entrevista, recordó que se dijo a sí mismo “esta roca ha estado esperando por mí toda la vida”.
Finalmente, con una navaja multiusos sin filo, Aron se amputó su propio brazo para liberarse. Luego caminó varios kilómetros deshidratado, sangrando, pero guiado por una fuerza que no era humana hasta encontrar ayuda.
Su historia fue contada en el libro Between a Rock and a Hard Place (Entre la espada y la pared) y llevada al cine en la película 127 Horas. Más allá de la fama, permanece el testimonio de un alma que descubrió que la vida no solo se sostiene por músculos y huesos, sino por fe y propósito.
Dios en medio de nuestra fragilidad
Tal vez, no atravesamos por la experiencia de quedar prisioneros en un cañón como Aron. Pero si hemos experimentado una o varias de las mismas sensaciones: soledad, desespero, hambre extremo, tristeza, culpa, frío intenso, calor asfixiante, arrepentimiento, y mucho más…
Hemos llegado al punto de decir o pensar lo mismo que dijo Aron: “Me di cuenta de cuán frágil es nuestra existencia”. ¿Cuántas veces hemos llegado a decir o pensar lo mismo? Y más aun siendo creyentes, siendo seguidores de Jesús, creyendo en el Dios vivo, reconocemos esta condición de fragilidad en nuestras vidas, así como lo hizo el salmista:
4 Hazme saber, Señor, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuán frágil soy. (Salmo 39:4)
Entendiendo cuan frágiles somos, debemos buscar la fuerza, la fortaleza, el poder de Dios para vencer toda adversidad. No debemos esperar a que llegue el momento de encontrarnos en una situación tan difícil, donde no hay salida, donde sentimos que la vida se nos acaba. ¿Por qué no buscar al Señor mientras todo a nuestro alrededor está tranquilo? ¿Por qué esperar a que nos sobrevengan días malos, días de dolor, desespero y angustia?
Pero, si por mucho tiempo tapaste tus oídos al llamado de Dios. Y ahora te encuentras acorralado por los problemas, te sientes abandonado, sientes que estás solos, débil, quebrado, roto y nadie puede ayudarte, incluso piensas que Dios se ha olvidado de ti. Déjame decirte que Dios está ahí donde tú estás y está dispuesto para ayudarte. Simplemente clama a Él y Él te responderá.
2 Así ha dicho YO SOY EL QUE SOY, que hizo la tierra, YO SOY EL QUE SOY que la formó para afirmarla; YO SOY EL QUE SOY es su nombre: 3 Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces. (Jeremías 33:2-3)
¿Puedes entenderlo? Dios quiere escuchar tu voz. Él que creo la tierra y la afirmo sobre nada, ese Dios es el que te dice “clama a mí y yo te responderé”. No pienses que Dios no te escuchará. No pienses que tu vida no le interesa. En esos momentos difíciles que atraviesas, acude a aquel que puede levantarte, consolarte y restaurarte. Reconociendo tu fragilidad, acude al Señor.
Simplemente cree que Él te escuchará ¡no lo dudes! Dios es Omnipresente, Él está presente en todo lugar. Aunque te encuentres atrapado en algún lugar recóndito, aunque te encuentre al filo de la muerte, Él te escuchará, tu clamor llegará a sus oídos.
6 En mi angustia invoqué al Señor, y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. (Salmo 18:6)
La Roca Eterna que espera por ti
Aron, estando atrapado, se dijo a sí mismo: “esta roca ha estado esperando por mí toda la vida”. De la misma manera, hay una Roca Eterna que espera por ti. Esa Roca tiene un nombre, y su nombre es Jesús. Jesús murió por nuestros pecados, se levantó de los muertos y ahora vive para siempre.
Jesús, la Roca de los siglos, está esperando a que le entregues tu vida. Quiere que tu vida y tu familia sean edificadas sobre roca, para que cuando vengan vientos de prueba no sean derribados, para que cuando vengan olas tempestuosas no sean destruidos. Si tu fe, tu confianza, tu esperanza son puestas en Él, no serás avergonzado.
33 como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; y el que creyere en él, no será avergonzado. (Romanos 9:33)
Para poder sobrevivir, Aron tuvo que tomar una muy difícil decisión. Estaba entre la espada y la pared, en otras palabras, debía usar su navaja para cortarse el brazo o permanecer con su brazo atrapado hasta morir. Solo tenías esas dos opciones: La vida o la muerte.
Así también, ante nosotros, están estas dos opciones, pero son dos opciones que van más allá de lo físico y temporal: vida eterna o muerte eterna.
En cuanto a lo terrenal, Aron escogió la vida, aunque para ello tuvo que perder su brazo y con ello su vida de alpinista que amaba. Y para la eternidad ¿qué decisión tomarás tú? ¿Continuarás con tu vida sujeta a los deleites de esta vida que son pasajeros, pero que llevan a la muerte eterna? ¿Renunciarás a los deleites de la carne para poder heredar la vida eterna? ¿Entregarás tu vida a Jesús antes que sea demasiado tarde?
4 Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto. (Eclesiastés 9:4)
Que Dios en Cristo Jesús, la Roca Eterna, sea tu fuerza, fortaleza y esperanza en todo tiempo.