RV60 – Hechos 8

Hch 8:1  Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles.

Hch 8:2  Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él.

Hch 8:3  Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.

Hch 8:4  Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio.

Hch 8:5  Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo.

Hch 8:6  Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía.

Hch 8:7  Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados;

Hch 8:8  así que había gran gozo en aquella ciudad.

Hch 8:9  Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande.

Hch 8:10  A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios.

Hch 8:11  Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo.

Hch 8:12  Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.

Hch 8:13  También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito.

Hch 8:14  Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan;

Hch 8:15  los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo;

Hch 8:16  porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús.

Hch 8:17  Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.

Hch 8:18  Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,

Hch 8:19  diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo.

Hch 8:20  Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.

Hch 8:21  No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios.

Hch 8:22  Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón;

Hch 8:23  porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás.

Hch 8:24  Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí.

Hch 8:25  Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio.

Hch 8:26  Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y vé hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto.

Hch 8:27  Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar,

Hch 8:28  volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías.

Hch 8:29  Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro.

Hch 8:30  Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees?

Hch 8:31  El dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él.

Hch 8:32  El pasaje de la Escritura que leía era este:
 Como oveja a la muerte fue llevado;
 Y como cordero mudo delante del que lo trasquila,
 Así no abrió su boca.

Hch 8:33  En su humillación no se le hizo justicia;
 Mas su generación, ¿quién la contará?
 Porque fue quitada de la tierra su vida.

Hch 8:34  Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro?

Hch 8:35  Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús.

Hch 8:36  Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?

Hch 8:37  Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.

Hch 8:38  Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó.

Hch 8:39  Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino.

Hch 8:40  Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.


Reina-Valera 1960 (RVR1960): © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Utilizado con permiso. Para obtener más información, visita americanbible.org, unitedbiblesocieties.org o vivelabiblia.com.

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